viernes, 3 de enero de 2014

A la mierda, puto año 2013!

He estado de sequía de post. Y es que el año pasado, ya por fin, el pasado 2013 empezó bastante mal, ya que mi abuela falleció. Era una señora mayor, con casi 95 años y la quería mucho. Viví con ella varios años y en fin, ¿qué más puedo decir? Un piquito de amor es lo único que pude describir  en el post anterior y me quedé corta.

El caso es que antes de aquello, no había empezado mal, ya que había conseguido el trabajo de mi vida: directora del departamento de genética de una empresa que hacía test genéticos de predisposición. Además tenía a mi bebé, lo mejor del mundo. Pero la vida es así y la ley de vida también lo es.

Pero el año no fue sólo un año de mierda por ello. No, no quiso tocarme suficientemente los cojones...

Este bendito trabajo tenía sus trampas. A parte de no parar de currar de la mañana a la noche de lunes a viernes, lo malo era que mi empresa se quedó sin fondos en marzo. Una empresa que empezó hacía sólo 4 meses, ya no tenía dinero para pagar a sus trabajadores. Mi jefe, un gilipollas paleto acostumbrado a dar pelotazos, se gastó la pasta en visitadores médicos creyendo que cuantos más comerciales tuviera, más vendería, pero sin tener en cuenta que, más en esta época de crisis, las cosas, y más para una empresa que comienza, van despacio. Tuvo un mes bueno en febrero y dijo que necesitaba más comerciales y al final les tuvo que despedir a todos, menos a una y a mi, entre mayo y junio. Por supuesto esta gente o se quedó sin finiquito, o se quedó sin finiquito y sin nóminas que cobrar... etc. El problema es que yo estuve trabajando, y se nos despidió en agosto. Se cerró la empresa y yo me quedé si cobrar dos meses de mi trabajo. Ya hablaré sobre las "buenas" prácticas de este individuo en un post más adelante...

Por  supuesto, viendo como andaba el percal, yo me puse a buscar trabajo antes de mi despido y tuve la suerte de encontrar otro trabajo de bióloga. No me lo podía creer: trabajo de bióloga!! A ver, terminé la carrera en 2001, hice un master de genética en 2007 y en mi puta vida he trabajado de bióloga más que este año PASADO 2013. El nuevo trabajo consistía en detectar microorganismos patógenos en las cervezas de una fábrica artesanal, conocida aquí en Madrid. Era a tiempo parcial, pero bueno, se me prometió tiempo completo más adelante. Ya hablaré también más adelante de esto. El caso es que salió mal, porque el jefe me pedía que me hiciera autónoma y yo me hice, pero le pedí que me hiciera un contrato y por h o por b, el caso es que no quiso y terminé sin contrato haciendo los análisis en mi casa. Cosa que no me hacía nada de gracia, porque aunque los microorganismos no eran patógenos, tampoco es que me entusiasme la idea de cultivar lactobacillus en mi casa y usar tinciones citotóxicas, teniendo en cuenta que vivo con un bebé. Pero teniendo cuidado y porque estaba sin un puto duro, acepté hacerlo así. Luego, al mes, prescidió de mis servicios, a pesar de haberle detectado infecciones recurrentes en todas las cervezas y unos hongos muy jodidos en una en concreto. El además no hizo ni puto caso a mis advertencias de contaminación, ni a mis consejos de limpieza, ni nada, con lo que me sentía un poco gilipollas trabajando ahí. A ver, si contratas un control de calidad y no haces ni caso, ¿para qué lo contratas? No lo entiendo, la verdad.

Pero lo peor de este año 2013, con diferencia, fue un acontecimiento inesperado que no me hubiera imaginado ni en mis peores pesadillas. Todavía no me hago del todo a la idea, y de verdad que agradezco que ya esté pasando la Navidad y haya empezado un nuevo año. Aunque nada volverá a ser igual.

En Noviembre perdimos a mi padre. Mi padre se acababa de jubilar. Justo el día que me despidieron de la empresa de genética, cumplió 65 y dijo que no volvía trabajar. Tres meses y medio después de esto, sin previo aviso, sin síntomas, ni nada que nos pudiera hacer sospechar de que algo andaba mal, sufrió un ataque al corazón y falleció en apenas 2 horas. No pude ni despedirme de él. Me llamó mi madre y cuando llegué al hospital ya había fallecido.

¡Cuántas cosas nos quedaban por compartir! ¡Cuántas cosas de qué hablar! Y cuántas cosas le quedaban por vivir todavía y sólo había empezado a disfrutarlas de verdad y con plena disposición desde hacía poco: su nieto, comidas con amigos, con familia, viajar un poco más, su curso de encuadernación...

Le echo de menos cada día. Me gustaría hacerle un post tan bonito como el que le hice a mi yaya, pero no puedo. No puedo. De veras que lo he intentado, he pensado qué podría poner. Pero en esta ocasión, ni siquiera puedo mostrar ese piquito de amor. Me quedaría tan corta... es algo complejo de definir y creo que tendría para un libro. Demasiado para un blog, y para mi paciencia, y para mi tristeza. Creo que me faltó esa despedida. Yo pude despedirme de mi abuela pero no de mi padre. No pude, ni siquiera cuando estaba de cuerpo presente. Me hubiera quedado esa noche a hablar con él, delante de él, pero no nos dejaron quedarnos, cerraron el tanatorio. Y solo pude decirle, antes de cerrar la sala, en soledad, que le quería, pero no pude hacer más, pues había una persona para cerrar y tenía que salir. Tampoco tengo una tumba para hacerlo.

En fin.

Me alegro de que haya empezado el 2014.